Cuando los niños son aún pequeños (desde los dos años hasta los 5), no siempre se puede razonar con ellos. A veces están cansados, o sobreestimulados o han tenido un día duro y aún están aprendiendo a gestionar sus emociones (bueno, y seguramente los adultos también estamos en ello). Y si encima nosotros vamos con algo de prisa o en ese momento ya no tenemos la paciencia necesaria, que es la fórmula perfecta para que estalle el conflicto. Los mayores nos ponemos a insistir sobre algo (véase «hay que bañarse», «hay que vestirse», «nos tenemos que ir»), el pequeño no quiere y se inicia un tira y afloja del que difícilmente podamos salir airosos, a no ser que busquemos otra forma de hacer las cosas. Si nos da por repetirle mil veces lo mismo, lo único que conseguimos es precisamente lo contrario.
A veces, por ejemplo, vestimos a Audrey sin mayor problema. Además, aveces intenta vestirse sola. Pero otras veces, eso tan sencillo se convierte en algo imposible. Quienes no tienen niños se sorprenden, «¿imposible vestir a un niño?». Pues sí. Y si no imposible, al menos una tarea tremendamente complicada.
En esos casos, no basta con insistir, ni explicarles por qué queremos o necesitamos que lo hagan. Puede que en ocasiones funcione el llegar a acuerdos con ellos (aunque para mí en estas edades es difícil distinguirlo del chantaje, cosa que siempre intento evitar a toda costa) así que, en nuestro caso, solamente existen dos soluciones posibles. O bien esperar y dejarle que se tome su tiempo o bien distraer su atención con algo. Puede que intervenga algún muñeco (curiosamente suele hacerle más caso, con nuestra voz chillona), que la ropa cobre vida o que todo el proceso se convierta en un juego (nada de explicarles que hace frío, que se pueden resfriar o que nosotros también nos hemos vestido… con eso, pocas veces les vamos a convencer).
Sé que a veces nos sentimos cansados, o «no estamos para juegos», pero al final te das cuenta de que es la única forma de hacer las cosas o de que las cosas acaben bien. Es complicado respetar los enfados de los niños, porque pueden llegar a subir el nivel hasta niveles tremendos, pero al ser los adultos, debemos mantener la calma e intentar llegar acuerdo.
0 comentarios :
Publicar un comentario