La próxima vez que sientas que
tus hijos están rebeldes, que no te hacen caso y que no te queda otra
alternativa que gritar, respira y piénsalo dos veces.
A todos los padres nos sucede a
lo menos en alguna ocasión (bueno, varias) que les gritamos a nuestros hijos.
Puede ser por impaciencia o frustración. Pero, ¿cómo te sientes después de
perder el control y soltar un grito? Además, ¿gritar ayuda a resolver el
problema?
Si somos sinceros, gritar no
resuelve los problemas de comportamiento ni disciplina en los hijos. Por eso te
invitamos a reflexionar sobre el tema.
1. Gritar eleva la agresividad
en vez de reducirla
¿Te gustan los gritos? ¿Los
encuentras agradables? Lo más seguro es que no. Gritarle a alguien generalmente
lo altera más y aumenta la agresividad. Si deseas restaurar la calma en tu
hogar, no lo lograrás mediante algo agresivo. Trata de respirar y si el
comportamiento de tus niños está muy malo, haz una amenaza de castigo que estés
dispuesta a cumplir. Por ejemplo, puedes decir que contarás hasta tres y que si
no dejan de pelear, les apagarás la televisión o les quitarás su juguete
favorito hasta el próximo día. Si eres consistente, los niños aprenderán a
respetarte.
Otra opción es cambiar la
actividad a algo más tranquilo para modificar la energía y calmarlos a todos.
Jugar con plasticina, dibujar, hacer torres u otros. Todo eso relaja. Bañar a
los niños también suele calmarlos y la música tranquila, también.
2.
Gritar refleja una pérdida de control
Cuando
todo parece una verdadera locura, gritar parece la única manera de retomar el
control, sin embargo, es un reflejo de la falta de control. Si papá o mamá son
incapaces de controlarse a sí mismos, no sólo no brindan un buen ejemplo a los
niños, sino que les estamos diciendo que cuando las cosas no son como nos
gustarían, es válido gritar y ser agresivos. A largo plazo, crea un problema
mayor, porque se vuelve la manera en que todos en el hogar expresan su
frustración cuando las cosas no andan como desean.
3.
Gritar no resuelve los problemas
Si
nos has sabido ponerle límites a tu hijo, no esperes que cuando se esté
portando mal puedas controlarlo a gritos. Para resolver el problema de fondo,
pon nuevas reglas, explica las consecuencias si no se respetan y cumple las
amenazas porque si no los niños aprenden que nuestras palabras no significan
nada. Además, al gritar, estás prestándole atención a tu hijo cuando se porta
mal. Verás que si le empiezas a dar atención cuando se porta bien (como
felicitándolo, abrazándolo, sacándolo a pasear), que estarás reforzando el
comportamiento positivo y le darás una motivación extra para llamar tu atención
con cosas buenas y no haciendo travesuras.
Cambiar
los patrones de conducta de tu familia no es fácil y lograr autocontrolarse,
tampoco. Sin embargo, es posible, por lo que ponte la meta y si eres
consistente, de seguro podrás lograr más armonía en tu hogar.
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